Toda la "Divina Comedia" gira en torno a una mujer; el eje moral del gran poema es Beatrice Portinari, a quien Dante amó sin ser jamás correspondido. En la "Vida Nueva", Dante narra esta fracasada historia de amor; y la muerte de la joven mujer, de quien promete entonces decir lo que nunca un hombre ha dicho de mujer alguna, lo que se cumplirá cabalmente en la Comedia. En efecto, la Vida Nueva es -al decir de Louis Gillet-, el engendramiento de la leyenda de una santa. Y encierra lo que el mismo Gillet define como "la filosofía católica de la desilusión". A saber: no esperar de esta vida lo que no nos puede dar, y esperar de la muerte lo que no nos puede dar la vida.
Beatriz beatificada en el Paraíso -último eslabón de una cadena de intercesoras: la Virgen, Lucía, Raquel-, es quien se moviliza en auxilio de Dante, para conseguir su salvación. Y ello da razón para el viaje que atravesará los tres reinos de ultratumba. Guido Castillo nos enseñaba, que el tema del poema es la transformación mística de la lujuria. Porque Dante amó a Beatriz humanamente, con todas las pulsiones de su humano ser. En el Canto XXX del Purgatorio, cuando rencuentra a Beatriz, se vuelve a Virgilio -su guía- para decirle:
"Ni un gramo / de sangre me ha quedado que no tiemble; / siento los signos de la antigua llama".
Dante se dirige a Virgilio con las palabras que el mismo Virgilio en "La Eneida" atribuye a Dido (IV,23):
"conosco i segni de l' antica fiamma".
Con lo que le rinde al gran poeta latino su mayor homenaje: para narrar el momento más emocionante y dramático de su aventura, toma prestado un verso de Virgilio
La pasión amorosa es una pulsión sanguínea, un estremecimiento de todo el ser como el de Paolo al besar la boca de Francesca:
"la bocca mi bacciò tutto tremante"
"la boca me besó todo tembloroso"
El Dante peregrino al Paraíso, ha vuelto a sentir aquel temblor de su juventud ante la adorada muchacha. Se amalgaman por un instante las dos formas del amor: el carnal y el del espíritu. Y la experiencia coincide con la desaparición de Virgilio -"dulcísimo padre"-, ya que su condición de pagano no le permite seguir al Paraíso. La alegría de Dante por encontrar a Beatriz, se une a la infinita melancolía por perder a su maestro.
Pero en el poema, Beatriz espiritualizada convertirá aquel amor en camino al cielo. Por eso los intérpretes de la alegoría, dicen que Virgilio es la razón y Beatriz es la fe, instrumento para llegar a Dios.
Pero Borges, uno de los más inteligentes lectores de la Comedia, y desde una modernidad tardía, que no participa de las certidumbres morales de la Edad Media, ni de una validación tomista de lo absoluto -la concepción del mundo dantesca era la de Santo Tomás-, dice al respecto lo siguiente: "Enamorarse es crear una religión cuyo dios es falible. Que Dante profesó por Beatriz una adoración idolátrica es una verdad que no cabe contradecir; que ella una vez se burló de él y otra lo desairó son hechos que registra la "Vita nuova". (...) "Dante, muerta Beatriz, perdida para siempre Beatriz, jugó con la ficción de encontrarla, para mitigar su tristeza; yo tengo para mí que edificó la triple arquitectura de su poema para intercalar ese encuentro".(...)
"Infinitamente existió Beatriz para Dante. Dante, muy poco, tal vez nada, para Beatriz".
Consignada esta inteligentísima observación de Borges, digo que Dante, contemplando a Beatriz se transhumaniza.
Y culmino con una cita de Jorge Albistur: "...su naturaleza humana se supera a sí misma sin dejar de ser -sin embargo- naturaleza humana. Dicho con palabras más simples: se desarrolla en Dante un ser siempre posible en cada uno de nosotros y que por mil razones se frustra sin remedio. Alguna vez -ante un niño, un enfermo, un mendigo- hemos sido únicamente lo mejor de nosotros mismos. En el Paraíso, esta fugitiva belleza del alma se hace duradera. ¿Qué es pues el último reino, sino la representación poética de un fondo del hombre que -en algún instante hecho de oro puro- todos hemos deseado eternizar?"